¿Hacia dónde quieren conducir a México? La militarización
Héctor Ramírez Cuéllar
La Cámara de Diputados emitió una votación mayoritaria de 264 sufragios, entre los cuales, desde luego se encontraban los votos de Morena, el Partido del Trabajo y el Partido Verde, quienes aprobaron el conjunto de normas legales que se hicieron a distintas ordenamientos jurídicos, con el propósito de traspasar la Guardia Nacional a la Secretaria de la Defensa Nacional, sin hacer ninguna modificación, ni siquiera de carácter formal, es decir, la mayoría de este órgano legislativo se comportó como una agencia de trámites del titular del Poder Ejecutivo y al asumir esta conducta de lacayos o de esclavos, denigraron y avergonzaron a la representación popular de la nación.
Ante la incapacidad política que tenían Morena y sus aliados de que fuera aprobada una reforma de carácter constitucional, ya que no tiene la mayoría calificada que se requiere para estos casos, prefirieron tomar un atajo legislativo, en donde sí tenían mayoría simple, efectuar cambios a una serie de normas de carácter secundario, pero la clarísima violación a la Carta Manga sigue subsistiendo por lo que seguramente se presentarán varias controversias constitucionales ya que, como sabemos, ninguna modificación a ese tipo de leyes es procedente puesto que vulnera la ley Fundamental de la República.
La maniobra política es evidente: en virtud de que estos asuntos litigiosos no los resuelve de una manera rápida y oportuna la Suprema Corte de Justicia de la Nación sino que de conformidad con su lento y burocrático funcionamiento interno pueden pasar varios años, para que se incluyan en las agendas de los ministros y en las temarios de las Salas, ya se estarían aplicando estas reformas, es decir, independientemente de su posible sanción legal, entrarán en vigor estas modificaciones, incurriendo en una política de hechos consumados.
El problema se complica, no obstante, ya que está previsto ahora que los militares regresan a sus cuarteles el 26 de marzo de año 2024, por lo que el conflicto seguirá latente pero ya será objeto de la atención no del presente gobierno sino del que resulte electo en las siguientes elecciones, mientras tanto López Obrador, tendrá poderes francamente omnímodos para disponer libremente de todas las fuerzas armadas, entre la Guardia Nacional, que se incorpora de una manera formal a dicha estructura y por lo tanto nadie puede saber lo que podrá suceder en México desde este estos días hasta el término del mandato del político tabasqueño. Las restricciones legales que tenían en Presidente en esa materia desaparecen en forma preocupante ya que de una manera libérrima podrá ejercer su cargo de comandante supremo de las fuerzas armadas, lo que trastoca, potencialmente hablando, sin duda, el orden jurídico vigente.
El Presidente “ya encontró el camino” para vulnerar la Constitución ya que sin modificarla de conformidad con los cánones del sistema burgués imperante, la puede acomodar a sus necesidades políticas y aspiraciones personales; por ejemplo, el artículo 82 prohíbe la reelección presidencial, pero esta figura puede ser anulada también en la práctica por la vía de una serie de reformas secundarias, de decretos y acuerdos administrativos, es decir, seguirá vigente esta restricción en términos formales, pero al mismo tiempo ya no tendría fuerza legal alguna. Ni siquiera al gran novelista Franz Kafka, o a Gabriel García Márquez, maestro del realismo mágico, se le podían ocurrir, en el ejercicio de su imaginación desbordada, que una norma jurídica estuviera vigente, pero que al mismo tiempo ya no lo estuviera en la realidad política.
Esta peligrosa agresión al orden constitucional solo se puede efectuar si, como sucede, cuenta el Presidente con una Cámara de Diputados obsequiosa y entreguista que permite estas violaciones: por ejemplo, la propuesta de López Obrador no fue una iniciativa preferente ya que no se presentó con las modalidades que señalan las leyes, pero aun así, se dispensaron todos los trámites legislativos, ni siquiera se aceptó que las Comisiones Dictaminadoras actuaran en el cumplimiento de sus atribuciones reglamentarias y en menos de 12 horas se “discutieron” y aprobaron estas modificaciones legales, sin efectuarles ningún cambio, ni siquiera de orden gramatical como si se tratara del Talmud , de la Torá, de lo Rollos del Mar Muerto, de las Tablas de Hammurabi, o de los Evangelios que componen la Biblia y que López Obrador fuera el mesías o el profeta iluminado que emite a verdad absoluta para salvarnos a todos del pecado.
En verdad, no hubo discusión alguna, sino solo se pronunciaron muchos discursos que desde luego no fueron escuchados ni tomados en cuenta por nadie sino solo se satisfizo una elemental formalidad parlamentaria. La mayoría de Morena ya había declarado con antelación que no aceptaría ningún cambio a las propuestas iniciales con las cuales se estaba “legalizando” la violación a la Constitución.
Esta conducta abyecta de la mayoría de la Cámara de Diputados, solo fue posible por la intervención y la aquiescencia del citado dirigente mayoritario, Ignacio Mier Velasco, quien aspira a ser nombrado gobernador del estado de Puebla, pero que no defiende la autonomía ni la dignidad del Poder Legislativo: “lo que usted, quiera, señor Presidente, estamos para servirlo, sin necesidad, siquiera de leer las iniciativas que usted nos envié.”