El decreciente acceso a la educación superior
Comisión de Movimiento Estudiantil del Consejo Central del FJC
Cada año, cientos de miles de jóvenes en todo el país presentan exámenes de admisión para poder acceder a una universidad pública. En este momento no disponemos más que del número de estudiantes en todo el país que año con año presentan el EXANI-II: en 2021, fueron 430 327 jóvenes. Y esto es así porque el EXANI es solamente un instrumento de evaluación, que no determina por sí solo si el estudiante en cuestión ingresa o no a la universidad de su interés. Es cada una de las universidades en el país la que, en función de los puntajes obtenidos, decide si los estudiantes son admitidos o no.
No existe, de momento, el dato de cuántos estudiantes son admitidos en todo el país ni cuántos de ellos son rechazados. Lo que existe a nuestra disposición —y no en todos los casos y no al grado que nos gustaría— son estas mismas cifras, pero por universidad. Hemos podido realizar un análisis inicial de algunos de estos datos, dando con el aspecto cuantitativo de la nefasta realidad que vive el estudiantado en México en su búsqueda por acceder a la educación superior.
La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) cuenta con información estadística bastante accesible y es la que nos ha permitido elaborar la gráfica que encabeza el artículo. En ella, podemos apreciar cómo la demanda ha crecido año con año —salvo en los últimos dos años con motivo de la pandemia— mientras que los cupos se han visto completamente rebasados incluso si han experimentado un muy ligero aumento. Esto resulta alarmante, pues llegamos a la conclusión de que, tanto en términos relativos como en términos absolutos, son cada vez más los estudiantes rechazados en su intento de cursar estudios universitarios en una de las universidades más importantes de México y de América Latina. Cabe destacar que en 2021 fueron 215, 757 los estudiantes que presentaron examen de admisión para estudiar una licenciatura en la UNAM. Esto significa que más de la mitad de todos los estudiantes que presentaron exámenes de admisión en el país en ese año lo hicieron con la intención de acceder a esta Universidad. En 2021, 190 803 estudiantes fueron rechazados, es decir, el 88.44% de los sustentantes.
En esencia, misma situación podemos encontrar en la Universidad Autónoma de Yucatán a partir de los informes anuales que tiene disponibles en Internet acerca de los procesos de admisión a sus distintas facultades: cada vez una mayor demanda que rebasa los cupos ofertados. En este caso, en 2021 fueron rechazados 10 662 estudiantes, que representaron el 72.24% de los sustentantes. La siguiente gráfica de elaboración propia nos ilustra esta tendencia:
Para el caso de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), hemos tenido a disposición nuestra una gráfica ya elaborada, aunque también podemos disponer de los anuarios estadísticos de los últimos veinte años. Nos llama la atención que antes de la pandemia el número de sustentantes haya disminuido. Sin embargo, en la UAM se expresa, en esencia, exactamente la misma tendencia que en las ya mencionadas universidades. Aunque el dato no está incorporado en la gráfica, en 2021 presentaron examen 74 339 estudiantes y fueron rechazados 63 133; es decir, el 85%.
Podríamos seguir analizando universidad por universidad—y es nuestra intención—, Pero lo que queda claro con estos casos es la cada vez mayor insuficiencia de cupos para atender a cada estudiante en el país que desea ingresar a la universidad pública. Ante esto, debemos preguntarnos, ¿qué podemos hacer? La respuesta inmediata tiene que ser: organizarnos, organizarnos y luchar para cambiar esta situación que no cambiará por sí sola. Debemos tener la claridad de que, para que aumente el cupo en las universidades, se necesita de un incremento en el presupuesto destinado a la educación pública en el país, tanto por parte de cada universidad en el ejercicio de su autonomía como por parte de lo que el Gobierno Federal destina a ello. Y esto se explica porque, para atender un mayor número de estudiantes, se necesitan más salones, más profesores, más trabajadores en general, más equipo, más bibliotecas, más servicios, más planteles, e incluso más universidades.
Lo anterior implica que debemos organizarnos localmente, regionalmente, para exigir este aumento presupuestal a cada universidad. Pero, tanto o más importante es que nos organicemos como estudiantes a nivel nacional. No hay manera de que logremos revertir esta situación a menos de que seamos capaces de organizarnos para arrancarle al Estado lo que requerimos. De ahí que desde el Frente de la Juventud Comunista coloquemos el desplegar un trabajo organizado de carácter permanente en cada centro de estudios como una tarea fundamental e inmediata para todo estudiante en el país.