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El Absolutismo Neoliberal

Imagen tomada de Internet.

 

Por: Héctor Ramírez Cuéllar

 

El rey de Francia, Luis XIV, mandatario absoluto, nombrado por Dios para gobernar en forma ilimitada e  inapelable a esa  nación, con el apoyo político del Papa y el respaldo incondicional de la iglesia católica, dirigió  esa nación  conforme estaba  su estado de ánimo personal:  si estaba contento, abría los almacenes del reino y entrega alimentos a los pobres, les organizaba fiestas y saraos, liberaba a unos cuantos presos ante la alegría de sus familiares, pero si por el contrario, estaba molesto entonces era duro e inflexible, castigaba a  sus vasallos, despedía  a los funcionarios en forma discrecional y ordenaba a la fuerza pública que reprimiera a la población. Cuando en el seno de los políticos e ideólogos de la  ilustración se discutían las características  del nuevo estado y   se examinaba si era necesario integrar una Asamblea Nacional con elementos electos por medio del voto de los ciudadanos , para tratar de contrarrestar  el poder absoluto del monarca, afirmó que “el estado soy yo”, es decir,  defendió la tesis de que él  y solo él era el depositario total del poder político, que no admitía ningún contrapeso, que no aceptaba  ningún factor de equilibrio institucional y que la función del pueblo llano era muy simple, callar o acatar las órdenes que dictara el monarca, sin que hubiese ninguna resistencia u oposición.

El gran pensador burgués Montesquieu impugnó los cimientos ideológicos y políticos del poder absoluto, propuso la construcción de un estado republicano, con la existencia de tres poderes, el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial, instituciones que deberían funcionar en forma autónoma, aunque no necesariamente estuviesen en   pugna permanente, sino que existiera una distribución de atribuciones para cada uno de ellos. Esta teoría y esa forma de gobierno, en virtud de la expansión política de la democracia capitalista, se impuso en los Estados Unidos y también en la mayoría de los países de América que se estaban liberando políticamente de España y que también conformaron un sistema político, nuevo, el sistema republicano que ya había triunfado en los países europeos.

En este contexto histórico ha sido muy larga, difícil y compleja la evolución política de México hacia la formación,  consolidación y funcionamiento de un  sistema republicano burgués, desde el año de 1810  hasta el momento presente, ha habido etapas en que el país se ha acercado más a la vigencia de estos principios y otras en los cuales la distancia ha sido mayor, como sucedió con los regímenes dictatoriales de Santa Ana  y de Porfirio Díaz, en los cuales hubo una excesiva concentración del poder político en la persona del presidente de la República. No obstante, estos grandes obstáculos, las fuerzas democráticas, progresistas, de izquierda han estado pugnando por la observancia de estos principios habiendo logrado avances sobre todo en el siglo XX en el que el PRI perdió su carácter de organización hegemónica de la sociedad, que controlaba   todas las instituciones públicas, incluso aquellas, que en contraposición con las tesis de Montesquieu se concebían como independientes. En esta larga y accidentada lucha se crearon los organismos autónomos los cuales tenían la finalidad de realizar una labor de equilibrio o de contrapeso, frente a los abusos y los excesos del presidencialismo a ultranza, del gobierno de un solo partido que anulaba en la práctica el principio de la división y de la separación de poderes.

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Hoy estos organismos se encuentran totalmente controlados y neutralizados por el gobierno federal, colocando en sus puestos directivos, a individuos completamente  adictos a López Obrador, como ha sucedido con el CREA, que maneja en forma arbitraria la Secretaria de Energía y otros ya han desaparecido, aunque todavía formalmente siguen existiendo,  como la Comisión Nacional de Derechos Humanos y hora el INAI que está  punto de cerrar sus instalaciones  oficiales ya que no pude sesionar, porque no tiene el quórum necesario para tomar una serie de decisiones  que beneficien a los ciudadanos que solicitan información de las dependencias oficiales.

Al triunfar en las elecciones presidenciales, el licenciado Andrés Manuel López Obrador, con base en sus antecedentes políticos, algunas personas opinaban que se iniciaría la consolidación de un régimen político auténticamente democrático, objetivo que desde luego no se había logrado con los gobiernos del PRI durante los años en que permaneció ejerciendo el poder político completo. Ya se habían conquistado progresos institucionales importantes en esa dirección, se había alcanzado la alternancia en los gobiernos de muchas entidades federativas y municipios, se habían impulsado una serie de negociaciones políticas para concretar acuerdos entre partidos y fuerzas diferentes y hasta antagónicas y se habían mejorado los métodos y los procedimientos de las cámaras del Congreso de la Unión. En todas estas modificaciones, fue Morena uno de los partidos políticos que se benefició más en ese periodo de transición y al concluir esta etapa fue la organización que logró sustituir al PRI en el gobierno federal.

Han trascurrido más de  un década de estos cambios y un lustro del triunfo de Morena en la Presidencia de la República pero siguen existiendo  una serie de dudas  e interrogantes y también certezas de lo que realidad ha sucedido y de las perspectivas políticas que pueden abrirse en el futuro si   llegara a triunfar la izquierda socialista,  impulsada por los grandes transformaciones que se están produciendo en el mundo con la declinación de los Estados Unidos como la principal potencia mundial  y la emergencia de China que está ocupando ese sitio de responsabilidad global. En primer lugar, ningún dirigente de Morena ha precisado qué se entiende por la cuarta transformación, cuáles   son las reformas que se han producido en las estructuras materiales y políticas de la sociedad que confirmen que de verdad estamos ante una serie de modificaciones de fondo, nadie ha esclarecido estas cuestiones, su   radicalidad y la profundidad de estas reformas que nos permitan concluir que no se trata de un mero desplazamiento de un grupo burgués por otro. Solo emplean frases huecas, afirmando que estamos en una época de cambios y de esperanzas, lo que equivale a no decir absolutamente nada.

El gobierno de la cuarta trasformación se propuso rectificar la orientación  del  desarrollo económico que había impulsado el grupo neoliberal entonces en el poder, pero es necesario precisar que no se ha presentado una modificación  de esa profundidad ya que el gobierno de López Obrador sigue dejando el funcionamiento de la economía nacional al libre   juego  de las fuerzas económicas, es decir,  a la iniciativa  privada nacional y a las inversiones extranjeras, que si bien rompió con un grupo de la burguesía industrial, comercial y bancaria  que  estaba encabezado  por  los inversionistas españoles, replanteó  una  alianza económica con otros grupos burgueses, como los dirigidos  por Carlos Slim, Salinas Pliego, Azcárraga y ha mantenido una total subordinación a la economía y a los intereses de los Estados  Unidos mediante la vigencia del Tratado de Libre Comercio. Estos tres elementos fundamentales permitan concluir que la política económica general es o sigue de orientación neoliberal, que no ha crecido la inversión productiva a cargo del estado, que el aumento del PIB ha sido muy débil y hasta inexistente y que seguimos dependiendo del volumen de la inversión foránea que llegue a   nuestro país. Todos estos factores son típicamente de naturaleza neoliberal y por lo tanto no se ha roto con el pasado.

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Desde el punto de vista político, el gobierno de la cuarta trasformación deposita todo el poder político en la persona del Presidente de la República, no existe realmente el gabinete como cuerpo colegiado y  representativo, está sujeta la Cámara de Diputados a las decisiones y manotazos , que dicta y emite  el titular del Ejecutivo y en la elaboración y aplicación de las medidas gubernamentales no tienen ninguna participación, ni siquiera simbólica, las organizaciones de obreros , de campesinos, de intelectuales progresistas, de miembros de la clase  media. El Plan Nacional de Desarrollo,  que alguna vez se presentó  a la  consideración y  aprobación del Congreso de la Unión, en la práctica es un documento desconocido, nunca ha estado vigente, no existe planeación alguna  en las acciones oficiales sino que  ellas las concibe ,  toma y asuma el Presidente que no está de acuerdo en rendir informes,  ni resultados ante ninguna instancia  de poder y mantiene y opera  a Morena como un adminículo de la administración  pública,  somete  a los gobernadores como si fuera sus lacayos, a la manera que lo  hacían los señores feudales en la Edad Media, es decir, se  trata de la más plena negación  de las concepciones de Montesquieu que sustentaron teóricamente a  la democracia capitalista.

 

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