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¿De qué Izquierda Estamos Hablando?

 

 

Por: Héctor Ramírez Cuéllar

 

El triunfo presidencial de Gustavo Petro en Colombia ha sido presentado en la mayor parte de los medios nacionales informativos como un avance notable de la izquierda, sin tomar en cuenta que desde hace muchos años es necesario reconsiderar y reexaminar las características que tiene esta corriente política, sobre todo desde la caída del Muro de Berlín y de la desintegración de la Unión Soviética. Por lo tanto, este concepto se maneja en forma muy arbitraria, sumamente laxa y hasta irresponsable, ya que cualquier organización política o personalidad que se proponga realizar una serie de cambios económicos y sociales, de inmediato, es ubicada en esta tendencia política, la cual ha perdido el rigor científico que tenía en el pasado y ahora se ha prestado a toda clase de manipulaciones políticas e ideológicas y también de experiencias fallidas, que después solo provocan frustración en amplias capas de la población que alentaban ilusoriamente la posibilidad de efectuar transformaciones profundas, en sus respectivas sociedades.

De acuerdo con esta concepción simplista y equivocada, existen gobiernos de izquierda, ahora, en Venezuela, con Nicolás Maduro, en Nicaragua, con Daniel Ortega, en México, con Andrés Manuel López Obrador, en Chile, con Gabriel Boric, en Argentina, con Alberto Fernández, en Bolivia, con Luis Arce, en el Perú, con Pedro Castillo y en Honduras, con Xiomara Castro. Por lo tanto, de acuerdo con esta clasificación discutible, se espera que en esos países ocurran una serie de reformas económicas, sociales y políticas, a favor de la mayoría de la población, que se pongan en marcha medidas de oposición en contra de distintas formas de dominación y de explotación que sufren esas naciones por parte de los sectores de la burguesía nacional y de resistencia y contrapeso a las acciones del imperialismo yanqui.

En estos países se ha producido un cierto progreso político, ya que han sido desplazados del poder los partidos y las organizaciones que de una manera clara se ubicaban en el campo de la derecha, han sido sustituidos en el poder los partidos tradicionales burgueses que eran instrumentos de las oligarquías nativas, pero este progreso desde luego que no es suficiente, sino que se requiere la aplicación de medidas gubernamentales que de una manera evidente tengan la finalidad de eliminar los controles y las formas de sujeción de los monopolios estadunidenses, y las empresas nacionales poderosas, que permitan sentar las bases para la construcción de una nueva sociedad, una sociedad socialista e igualitaria, que en futuro elimine las grandes desigualdades sociales que constituyen el signo distintivo de los países latinoamericanos.

Se terminó en cierta manera con la primera etapa, la conquista del gobierno, pero no se ha iniciado la segunda, que es la más trascendental e importante, ya que se dirige a la raíz de las bases de explotación de los pueblos.

El hecho de haber ganado la Presidencia de la República no asegura en automático, conquistar la mayoría en los órganos legislativos y en las otras instancias del poder en donde continúan prevaleciendo los grupos, sectores, derechistas y conservadores, los que, naturalmente, se oponen y se opondrán a perder sus privilegios, sus inversiones, su presencia en general en la vida nacional por lo que en estos países surgiría un periodo de contradicciones muy agudas y difíciles en los cuales, los partidos de izquierda tendrán que demostrar que de verdad luchan por transformaciones radicales de la sociedad actual y no por el embellecimiento del capitalismo, ya que se trata de un camino sencillo y fácil, muy superficial, susceptible a la demagogia y que contaría con el apoyo y la simpatía del gobierno de los Estados Unidos y de las grandes empresas privadas nacionales., pero que al final causaría una gran frustración entre los trabajadores de la ciudad y del campo.

Los candidatos de la Izquierda que han triunfado en los comicios han experimentado un cambio total en su lenguaje político: durante sus campañas electorales emplearon frases, conceptos, estribillos, que tenían una cierta connotación de una radicalidad política a favor de los sectores pobres de la sociedad, pero una vez que obtienen el triunfo en los comicios, modifican y suavizan esa terminología y pasan a la moderación, a las posiciones equilibristas, como ha sido el caso de Petro, de Colombia, que ahora se presenta como un político amable con las clases privilegiadas y con el Presidente Biden, con el cual dice que ya tuvo un gran entendimiento.

Estos elementos, que se dicen de izquierda o que los medios de comunicación describen como tales, están obligados, en la práctica, por lo menos a tratar de trasformar el sistema económico y social imperante, pero para ello requieren el respaldo activo de los trabajadores, los campesinos y las demás capas explotadas de la sociedad. De otra manera, deben ser considerados como populistas de izquierda, es decir, ya que en la realidad pretenden impedir esas modificaciones estructurales mediante un costoso aparato de publicidad y propaganda engañosa en su esencia, que permanentemente está manipulando a la opinión pública, puesto que solo aplican medidas epidérmicas que dejan intacta la estructura de dominación prevaleciente.

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