El concepto vago e impreciso del “pueblo” ha permitido a López obrador y a muchos políticos de su estirpe observar y practicar, una permanente actitud conciliadora, equilibradora, ante los representantes de las clases sociales, los trabajadores urbanos y rurales, por un lado y los burgueses, por el otro, no ha impulsado la lucha entre ellos sino la adopción de una relación armónica, pacifica, tolerante, ”humanista”, “cristiana”; ello explica claramente la diferenciación que hace “entre los buenos y malos”, “tratando siempre de justificar a los “capitalistas honestos” que “pagan bien sus impuestos” y condenar a quienes no lo hacen, a las actitudes egoístas de la “clase media” y la división entre liberales y conservadores, discrepancia que dejó de existir hace más de cien años.